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Pilar Bellés Pitarch: Enseñar y aprender, un juego que no acaba nunca... un cuento... una ocasión.

¡YA DUERMO SOLO! ¡YA SOY MAYOR!

¡YA DUERMO SOLO! ¡YA SOY MAYOR!

Se ha escrito mucho sobre cómo enseñar a los niños a dormir solos. Yo sólo añadiré que cada familia, cada niño o cada niña tienen algo de especial que los hace diferentes de la mayoría... cada pequeño o pequeña necesitará una historia diferente para dar ese paso... la que sigue podría ser una de ellas.

 

Desde que era bebé, la mamá siempre dormía a su pequeño en brazos. Luego los metía en su cunita. Cuando lo notaba  nervioso pensaba estará soñando y le daba la mano para que se tranquilizara. El problema llegó cuando la cuna se le quedó pequeña y el niño se tuvo que ir a la cama.

La mamá le contaba un cuento.

-              No te vayas -  le decía el niño -  dame la mano para dormirme.

-              Vale, pero luego te quedarás tranquilo durmiendo durante toda la noche.

El niño se quedaba dormido (o fingiendo estar dormido). En cuanto el papá y la mamá se metían en la cama y empezaban a conciliar el sueño oían unos pasos, notaban  unas pisadas encima y el sentían a pequeño que ocupaba el hueco que quedaba en medio de la cama entre ambos.

-              ¡Oh no! ¿Qué haces aquí? -  preguntaba el papá.

-              Tengo miedo. Sólo esta noche, por favor....

No importaba a qué hora se acostara el niño ni a qué hora se acostaban ellos. Estaba cronometrado: a los quince minutos de meterse los padres a la cama, el niño se presentaba allí... como los pillaba al primer sueño, les cogía pereza de hacerlo volver y el muy pillín se quedaba toda la noche....

Llegó el verano. En aquella ciudad hacía un calor sofocante y había que dormir destapados. A los quince minutos de acostarse se presentó el niño y se metió en el hueco del centro. La cama estaba mojada de tanto sudar. El niño, muy agobiado, diez minutos después se fue a su cama donde no había tanta gente y se estaba fresquito... durmió toda la noche como un rey, se dio la vuelta todas las veces que quiso y no tuvo que aguantar los susurros de la respiración de nadie... fue la mejor noche desde hacía mucho tiempo. Al día siguiente:

-              Mamá, he dormido toda la noche fresquito, cómodo y sin  aguantar los ronquidos de papá-  dijo el niño al salir de su habitación.

-              Papá no ronca.... – dijo su padre.

-              Sí que lo haces.... – dijo su madre.

El niño interrumpió, tenía algo importante que decirles a sus padres:

-              He decidido que ya no volveré más a vuestra cama.... se está  superincómodo. En cambio en la mía... no había dormido nunca tan a gusto.

-              No tenías miedo... – se le escapó a mamá.

-              ¿Qué? – dijo el niño sorprendido. – Eso es una tontería.

-              Nuestro hijo ya es mayor – dijo la mamá.

-              Sí, me temo que sí – dijo papá.

El niño salió corriendo por el pasillo saltando de alegría:

-      ¡Ya soy mayor!  ¡Ya soy mayooooooor!...

Así fue como el niño se dio cuenta que dormir solo era la mejor opción, no sólo porque se lo decían los papás sino porque él mismo lo había comprobado... las cosas si no se prueban, no se saben.

De todas maneras, el gusanillo de meterse en la cama de sus padres y darse unos abrazos colectivos toda la familia siguió picándole. Llegaron a un acuerdo: los sábados y domingos que los tres tenían fiesta, a las ocho de la mañana, que se estaba más fresquito, podría meterse en la cama de sus papás y jugar los tres hasta cansarse...estos juegos en familia los recordaría el niño durante toda su vida.... se lo pasaba en grande.

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