LLUEVE
No deja de llover y sé que voy a morir, al menos me queda poco. A los que van a por mí de razón no les sobra ya que desde que consiguieron deshacerse de Fernando de Guzmán ene enero de 1560, yo, Lope de Aguirre estoy inmerso en el pánico más absoluto. Cada vez llueve más, al menos mientras llueve estoy a salvo de justicieros ya que estos prefieren el calor de la chimenea a andar haciendo de las suyas por esas calles frías de Dios. Soy el que no quiere nadie, pero todos temen. Mis súbditos me siguen y, casi siempre, me odian. Como decía, desde que Fernando de Guzmán fue asesinado yo perdí el norte y tomé decisiones irracionales y crueles, no siempre coherentes con lo que debería hacer un líder en sus sanos cabales. Dejemos que llueva; en realidad, lleva mucho tiempo lloviendo en esta tierra.
Aquí encerrado en esta prisión del demonio, donde acabarán mis días de un día a otro, dirijo estas líneas para quien quiera leerlas en el futuro. Quiero que sepan que no lo he hecho mal del todo, que he logrado mantener el poder desde de mayo de 1560 a de octubre de 1561, Dios mediante; y he alcanzado objetivos estratégicos como sustituir y matar al primer gobernador de la expedición. El pobre Pedro de Ursúa se fue a mejor vida en 1561. También conseguí modificar el destino de aquella expedición que tanto odiaba; por fin conseguimos desvasallarnos respecto del rey de España y nombrar príncipe a Fernando de Guzmán, que como ya he dicho no duró demasiado. Al menos, la conquista de la Margarita fue un regalo. Pero qué importa eso, sigue lloviendo y mis días están contados. Espero que me dé tiempo a escribir esta carta para que el mundo conozca cómo sobrevivir rodeado de sanguijuelas. Yo lo hice durante un tiempo, pero nada es permanente. Voy a tratar de escribirlo antes de que deje de llover.
Pilar Bellés Pitarch
Derechos reservados de autora.