UN GATO MUY ESPABILADO
Nuestros pequeños llegan a un momento en que deben despegarse de nosotros. Debemos dejar que resuelvan sus propios problemas tanto en juegos como en sus relaciones con los demás, vigilando lo que hacen y sólo intervendremos si realmente es necesario. Cuentos como éste animan a nuestros pequeños a ser autónomos y, a la vez, creativos.
Era la hora de merendar. Gatito tenía un delicioso plato de leche, que la dueña de la casa le había ofrecido por su buen comportamiento, servido ante él. ¡Buen apetito, Gatito! se dijo a si mismo y pegó su primer lametón a la leche. Sin saber de dónde, apareció un ratón:
- ¿Me das un poco?
- No, pórtate bien y gánatelo.
El ratón se fue enfadado. Llegó un perro.
- Dame tu merienda.
- No, pórtate bien y gánatela.
- O me das tu merienda o ya puedes empezar a correr...
Entonces el gato tuvo una idea para librarse de aquel par de pillines que no querían trabajar.
- ¡Ratón! - gritó. - Puedes beber de mi leche.
El ratón que no se había ido del todo, apareció en seguida. Se abalanzó sobre el plato como loco. El perro estaba observándolo con cara de ira:
- Ya puedes correr, ladrón...
El perro estuvo persiguiendo al ratón por toda la casa. Mientras tanto, Gatito se bebió pausadamente y sin sobresaltos la leche que tanto le gustaba y que tanto le había costado ganarse.
Cuando se cansaron de correr, el perro y el ratón volvieron. El plato de leche estaba vacío y Gatito dormía la siesta plácidamente en su cesto. No volvieron a meterse con él.
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